24 may 2015

Dos poemas

De alguna forma, le hicimos honor a nuestro nombre:

Todos los martes tocábamos punk
ebrios siempre desafinados siempre
Rodeados de las novias y de amigos
revivíamos Woodstock en mi cuarto

Teníamos huevos y buenas rolas
y la idea exacta de quiénes éramos
al tocar las guitarras como rifles
Pero nunca tendríamos futuro

Estoy desempleado y mis amigos
trabajan en oficinas y bancos
He vivido más años que mis héroes

Fuimos el pop del pasado y dudo que
pueda sentir algo real de nuevo
si cada ensayo era una ceremonia


Clases de manejo
Nothing behind me, 
everything ahead of me, 
as is ever so on the road.
Jack Kerouac

Conduzco mientras mi padre duerme en el asiento del copiloto
En una estrecha carretera oscura/ voy a 150 kilómetros por hora
sin ver más allá de lo que alumbran los faros del coche
y un disco de Bob Dylan que escuché por primera vez
en una noche parecida a ésta:
Bajo una lluvia torrencial
mi padre llevaba a la familia por una carretera infame
Mientras todos dormían
yo me preguntaba cómo podía manejar sin miedo
sin ver más allá de lo que alumbraban los faros del coche
y el mismo disco de Bob Dylan

Desde entonces tenía la mala costumbre de confundir estos hechos con la magia:
Con un fémur de acero y arterias de plástico
cuando le digo cyborg a mi padre
quiero decir que la civilización está siempre frente a mis ojos //como mis lentes//
que aún le añado a ciencia el adjetivo ficción
cuando le digo cyborg a mi padre
recuerdo que al salir de la más reciente operación el médico nos dijo que fue
indispensable su masa muscular:
¿De dónde sacó esas piernas de corredor?

Mi padre sólo respondió:
10 de junio de 1971
Porque en efecto fue un corredor olímpico en esa fecha
y nadie le entregó una medalla:
Desde los primeros disparos corrió sin voltear por toda la avenida
y se refugió en un cine
43 años después sigue sin recordar qué película vio

Soy un autor de tres o cuatro temas y reconozco que el que le robé a mi padre
es la constante confirmación de esa metáfora que equipara la vida con un coche
puedo decirlo ahora
porque he sostenido su cabeza inconsciente en el hospital
como la cabeza del santo que nunca fue
//y cuando piensa en los créditos de su historia sigue sin saber qué película vio//
porque nunca salvaré a nadie como lo hicieron mis padres
ni extraeré tumores ni limpiaré la carne quemada
pero ellos creen que puedo auscultar a algunos con mayor astucia
que en el principio de los tiempos nuestros trabajos los ejercía la misma persona

Me he visto golpear en las mismas partes el mismo coche
y lo digo sin orgullo
pero también sin vergüenza:
43 años después mi padre sigue corriendo

Ahora duerme en el asiento del copiloto
aun sabiendo que no puedo ver más allá
de lo que alumbran los faros del coche
y un disco de Bob Dylan

Aprendo a correr
y sé que siempre fue así en la carretera:
porque aún confundo estos hechos con la magia
puedo responder a la frase que abre el coro de su canción favorita:

¿cómo se siente?


Estos poemas fueron publicados en la revista Cuadrivio.

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