13 mar 2011

El neocaifanismo: Zoé y Porter

Ahora que se junta Caifanes, por razones sospechosas para algunos y milagrosas para otros, el incierto furor por el reencuentro me deja un sabor agridulce en la boca. Celebro que Caifanes se junte, pero no sabré que tan buena idea fue hasta verlos tocar. Por otro lado la nostalgia que despierta el reencuentro hará pensar a muchos que el rock mexicano de los últimos diez años no superó al de los noventas; cosa por demás discutible.

Por supuesto es ingenuo creer que una época fue mejor que otra sin matices, sin contexto. Para empezar la industria musical tuvo cambios que no permiten comparar una década con la siguente. Antes para que un grupo adquiriera cierto éxito tenía que estar, casi forzosamente, firmado por una disquera. Durante la década pasada no sólo no había que estar cobijados (o explotados, según sea el caso) por una disquera transnacional, sino que no hacía falta tener una disquera. Vaya, no era necesario editar un disco para tener público. El internet cambió casi todo; lo único que no pudo fue cambiar nuestra concepción de lo que debía ser el rock nacional. Cuando más, se combinaron variantes de lo que se pensaba debía hacer un gurpo mexicano: unos cantaron en inglés creyendo que así se sumarían, inmendiatamente, al ámbito internacional, y lo único que lograron fue volver a los primeros tiempos del rock en México, que empezó, irónicamente, cantando en otro idioma; otros le entraron sin tapujos al "indie" y a lo más lograron hacer pasar frente al público canciones de José José (cursis, romanticonas, dolidonas, lelas a veces) por evolucionadas creaciones de vanguardia; otros, tal vez sin quererlo, se convirtieron en versiones remasterizadas de lo que ocurrió en los noventas: Zoé y Porter son los más curiosos y conocidos casos de esta variante estremecedora.

Habría que agregar que al menos tuvieron estos dos grupos la delicadeza de no creer que si no había jaranas y mariachi no era "mexicano". No creyeron en lo mexicano como un estilo unívoco sino en una marca de origen modificable. Su forma de hacer rock en México fue crear el neocaifanismo. Como si hubieran recuperado una tradición que aún no existía, Zoé y Porter tomaron rasgos representativos de Caifanes y casi de milagro les llegó mucho de lo que todo grupo de rock espera.

Una posible explicación es que de alguna forma la última generación de escuchas deseaban encontrar un nuevo hito, un nuevo Caifanes y lo encontraron mínimamente en lo que más se le parecía. A veces algunos se preguntan ¿cómo un gurpo tan feo como Porter pudo tener ese éxito? Y lo increible no es que ellos tuvieran éxito, sino que nadie hubiera hecho eso un poco antes. Ahora parece tan obvio, tan fácil (aunque pueda no serlo): toma un poco de las letras "semipoéticas", agrega una voz agudísima, consigue un estilo que aspire a sonar inglés, escribe sobre temas amorosos (mejor aún si usas el tópico de amor como enfermedad) y ¡milagro!: suenas en la radio, tu Myspace se llena de amigos y hasta tocas en el Vive Latino.

Más allá de la mucha o poca calidad de Zoé o Porter, lo interesante es que algo que se nos vendió como novedad no era sino una recuperación de ciertas características que definieron a Caifanes y que tuvieron una aceptación formidable. Una conclusión posible es que el gusto mexicano no ha variado mucho en lo últimos años. Esto puede ser una arma de doble filo: puede dar la impresión de que se está desarrollando una suerte de tradición o estilo autóctono (lo cual no creo que sea cierto), pero también puede fosilizar al rock mexicano. Lo verdaderamente impresionante es que con una fórmula parecida se hayan obtenido resultados aceptables. Tal vez el gusto del público mexicano sea predecible.

"Espiral" de Porter me llamó siempre me pareció una reversión secreta de Caifanes. El vocalista en el video incluso se parece al Saúl Hernández de la primera época de Caifanes; es decir un Robert Smith región 4. Qué decir de las letras: "Y estoy cayendo por una espiral/ahora sí, ya te mandé a clonar"; un Saúl bioquímico. Qué decir de los falsetes indiscriminados y de esa voz ligerita ligerita.

En cuanto a Zoé, "No me destruyas" tiene una letras que bien pudo haber escrito un Saúl Hernández modernizado: El coro "Ya no afiles las navajas/ya no me haces daño cuando me las clavas" es casi un fusil de "Clávame mejor los dientes" de Jaguares. Por otro lado, vale la pena agregar que Zoé en su disco Reptilectric recupera ampliamente los tópicos prehispánicos que Caifanes uso gran parte de su carrera y que se recrudecieron en Jaguares. Desde el nombre, "Reptilectric", una suerte de Quetzalcóatl extraterrestre, Zoé sacó del baúl muchos de los motivos que marcaron a Caifanes. A favor de Zoé, debo aceptar que "Reptilectric" me suena menos rancio. De alguna forma prefiero más, aunque sea un tanto chairo, conceptualzar a Quetzalcóatl como un superhéroe con cabeza de búho que a toda la tradición prehipánica posible como un ente inmóvil, estéril que proyecta más un indigenísmo trasnochado que un franco homenaje.

Ahora bien, el detalle más sorprendente de esta historia es que tanto los grupos neocaifánicos como los promotores en medios de los mismos cojean del mismo pie: dan la impresión de que creen que lo que hacen o promocionan es lo más novedoso del rock en México. Más de una vez escuché alegres alabanzas que tildaban a Porter de renovadores del rock mexicano. A lo mucho fueron recuperadores, actualizadores, si se quiere. Pero muchos lo creyeron. No juzgo como bueno o malo el papel de estos grupos. Incluso diría que tienen (pocas, pero tienen) canciones rescatables, incluso una o dos excelentes. El hecho es que cuando muchos chicos de prepa en algún Vive Latino se regodeaban en su gusto por lo más nuevo que México hacía, en realidad miraban hacia atrás, hacia el éxito masivo de un grupo que no alcanzaron a ver y que conocieron a través de la leyenda. Zoé y Porter fueron, la década pasada, una nostalgia inconsciente.